
En el año 2004, la niña que podría ser la protagonista de este cuento, llamémoslo así, tenía 4 años.
Era vivita, alegre y despierta para observar y comprender, siempre adaptada a su poca edad, lo que veía.
El otoño de ese año, como siempre ocurre con los otoños orotavenses, fue pródigo en la caída de las hojas y las plazas y jardines mostraban un encanto especial, invitando a su visión y disfrute.
Era vivita, alegre y despierta para observar y comprender, siempre adaptada a su poca edad, lo que veía.
El otoño de ese año, como siempre ocurre con los otoños orotavenses, fue pródigo en la caída de las hojas y las plazas y jardines mostraban un encanto especial, invitando a su visión y disfrute.
A la niña le gustaba pasear de la mano de sus familiares que así sentían un doble placer, pasear y contemplar las excelencias de la Villa.
Pero el otoño es el otoño y los árboles, al desprenderse de sus hojas secas y marchitas, sepultan las viejas baldosas de piedra cubiertas y desgastadas por tantos andares y por el paso suave de los recuerdos.
Se extraña la niña al ver aquella alfombra floral que cubría todo el pavimento, pero le sorprendió mucho más el color del alfombrado y aquella lluvia de pétalos amarillos que cubrían toda la plaza. Miró hacia lo alto y descubrió el origen de tanta belleza. Alzó sus pequeños brazos y exclamó: ¡Es el árbol de los pétalos amarillos del otoño!
Ella en aquel momento descubrió un mundo nuevo, distinto al que conocía y que sin duda, le servirá para apreciar la belleza en el futuro.
Tal era su sorpresa y alegría que al intentar dormir y descansar de tanto regocijo, su sueño fue un interrogante que alborotaba su mente. ¿Por qué aquella plaza tenía ese árbol y las otras del mismo pueblo no? , ¿Será que ésta no se conforma con su entorno tan acogedor y siente ciertos celos de la belleza de las otras y lanza como represalia, este arte floral que también es efímero?
Invitó la siguiente mañana a sus parientes a visitar la plaza alfombrada y su desilusión la hizo llorar. ¿Ya no está la alfombra de pétalos amarillos, se la han llevado!
Afligida y desolada reflexionó sobre porqué lo habían hecho, privando así a otros niños de disfrutar de tan bello momento. No acertó a comprender porqué fue destruida.
Preguntó a sus familiares lo que había ocurrido y por qué. Ellos compartieron su tristeza y le hicieron ver que así era la naturaleza. Le dijeron: - No te preocupes porque en el próximo otoño, cuando pasen las vacaciones del colegio, La Orotava volverá a traemos sus bellezas y el árbol de los pétalos amarillos nos recreará con su presencia.
Los pétalos amarillos no son como las golondrinas de Bécquer que se fueron y no volvieron, estos sí volverán.
Chile Hernández
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